Baquedano Azcona, Lucía. (1981). Cinco panes de cebada. SM
Muriel es una chica joven que acaba de terminar su carrera en Magisterio, una de los miles y miles de jóvenes que salen de una carrera con millones de ideas en la cabeza, y con muchas ganas de trabajar en lo que les gusta. Creo que todo estudiante de magisterio cuando está estudiando la carrera, ya imagina como va a ser su futuro profesional, el colegio en el que quiere trabajar, las cosas que hará en el aula y las cosas que no hará nunca (en esto me incluyo yo, como futura maestra). Pero en realidad, nos encontraremos con obstáculos que nos harán querer tirar la toalla (colegios donde no nos guste su sistema, actitudes de compañeros de trabajo que no apoyaremos, opiniones de jefes que no entenderemos...) pero nadie ha dicho que la vida laboral sea fácil.
En el libro vemos esta situación reflejada, Muriel está muy contenta, hasta que el trabajo que le ofrecen es ser maestra rural, algo que nunca se la había pasado por la cabeza y que no la hace nada de ilusión (aunque lo afronta igualmente, estas son sus palabras el primer día que llega: <<Me quedaría sólo un mes en el pueblo, pero en ese mes demostraría lo que era capaz de hacer con mis muchos o pocos años y mi "esmirriado" aspecto>>) Pocos estudiantes aspirantes a ser futuros maestros dicen que su sueño es ser profesores en un pequeño pueblo; el mío tampoco lo es. Aunque después de leer este libro he visto que todo tiene su lado bueno, y que Muriel supo encontrar lo bueno que le ofrecía Beirechea y sus habitantes; allí creció como persona y como maestra.
Muriel es una chica con las ideas claras y con unas ganas tremendas de enseñar, y se encuentra con un interés escaso tanto de los alumnos como de los padres. Ella se siente tremendamente frustrada: <<A mí me gustaría que la gente sintiera la misma ilusión que yo, que se interesaran por mis proyectos>>
Pero a pesar de su frustración va encontrando personas que la apoyan y valoran, la más importante en este aspecto es el cura Don Jose Mari. Uno de los días en los que no alcanza a comprender la falta de interés de sus alumnos y los pocos progresos que ve tras su gran esfuerzo, el cura le da un consejo que considero que todo maestro deberíamos aplicar a nuestra vida: <<Si la tierra es preparada y cuidada con esmero, todas las semillas germinan y dan fruto. Pero no olvides que se siembra casi en los albores del invierno, y se cosecha en verano>> No podemos esperar ver resultados sorprendentes al poco tiempo de empezar a enseñar cosas a los niños, el curso empieza en septiembre, cuando las cosas van cogiendo su cauce será aproximadamente en diciembre (los niños se habrán adaptado al aula, a los compañeros y a ti) y nosotros no podremos comprobar si lo que nos habíamos propuesto en un principio hemos logrado alcanzarlo hasta que el curso acabe; esto es lo que quiere decir Don Jose Mari con su metáfora del campo.
Y otra de las frases que la dice el cura, que tiene relación con lo anterior, en otro momento de desesperación de Muriel es: <<Sin pretender milagros. Despacio, sabiendo esperar>>
No debemos pretender milagros y menos ahora, cuando las cosas en el ámbito de la educación, desde mi punto de vista, están muy mal. Los que están arriba y se supone que deben pensar en lo mejor para el futuro de todos los ciudadanos, están poniendo las cosas muy difíciles a aquellos que tienen ilusión por aprender y por dar todo de si mismos, por enseñar lo que valen y lo que pueden aportar al mundo. Cortan las alas de todo maestro y todo estudiante, impiden que aparezcan métodos educativos que consigan mejorar el nivel de los alumnos de este país. Pero a pesar de ello como estudiantes debemos seguir luchando por nuestros sueños, seguir teniendo ganas de aprender aunque nos pongan trabas y muchos temas económicos nos impidan formarnos como nos gustaría y como maestros también debemos luchar, por mejorar la educación. No podemos hacer milagros, eso es cierto, pero todos podemos poner nuestro granito de arena, cada uno en su aula, en su colegio...
Así que no perdamos la esperanza de que en algún momento se dejará de jugar con la educación y nunca perdamos la ilusión, porque: como se dice al final del libro <<Todos tenemos algo que podemos dar, aunque ese algo sea tan solo unos insignificantes panes de cebada>>
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